martes, 29 de enero de 2008

Gonso y yo, capìtulo III

Gonso y yo hemos tenido muchos amigos, y hemos ayudado a muchos perricos a encontrar una familia.

Serìa imposible enumerarlos a todos aqui, porque seguramente alguno se me olvidarìa tambièn y no quiero hacer feos a nadie, pues todos fueron importantes.

Voy a hablar de dos perricas que nunca olvidaremos. No tienen que ver nada una con la otra, asì que primero hablarè de una y luego de la otra. En el orden cronològico en el que aparecieron en nuestras vidas.

Esta es la historia de Chiqui:

Donde yo crecì es un sitio en el que era habitual ver perros abandonados por la calle (espero que ahora ya no sea asì), y estos perros pues hacìan grupos, manadas entre ellos.

Habìa una manada en mi barrio, compuesta de unos 4 o 5 perros, a la que pertenecìa Chiqui. Estos perros suelen ser asustadizos con los humanos, asi que nunca se acercaban a nosotros ni a nuestras bipes. Excepto ella: Chiqui.

Ella era muy joven, y solo buscaba el calor de los humanos y sentirse protegida. Mis bipes, las muchachas probaron a preguntar en casa si podìan quedàrsela, pero mi abuela dijo que no, ni hablar, que ya habìa bastante en casa con nosotros dos. Pero.... no dijo nada del jardìn, asì que mis bipes le hicieron una caseta con cartones y le pusieron comida y agua en el jardìn. Ella entraba y salì cuando querìa, y todas las noches venìa a dormir allì.

Un dìa desapareciò. No venìa a dormir a nuestro jardìn, ni tampoco la veìamos con su grupo de perros. La buscamos, pero nada. No la encontramos.

A los pocos dìas, que por cierto era nochebuena, la descubrimos en un descampao detràs de casa, muy desmejorada y abatida fìsicamente. Intentamos cogerla pero no querìa vernirse con nosotros... que raro.. Cuando finalmente conseguimos que se levantase, pudimos ver que estaba encima de un agujero que ella habìa excavado y que dentro habìa dos preciosos cachorros.

No podìamos dejarla ahì sola en el descampado! Ademàs que no podìa ni andar pobrecita.

La llevamos a un garaje que tienen mis bipes y ahì le hicimos otra caseta para ella y sus cachorros.

Todos los dìas ìbamos a verla, y se venìa luego con nosotros a dar un paseo por el campo.

Cuando los cachorros crecieron los regalamos a otros bipes. Pero a ella, pobrecita no la querìa nadie. No era un perro de raza, y ni siquiera era muy agraciada fìsicamente.

Cuànto me arrepiento ahora de no habermela quedado yo. A mi me gustaba como hermana.

Conseguimos que una familia de Alemania la adoptara, asì que le preparamos la maleta, le escribimos una carta entre todos para que nunca nos olvidase, y la montamos en el aviòn destino hacia su nueva familia.

La pena es que nunca màs hemos vuelto a saber de ella. Espero que estè bien, porque se lo merecìa, era la bondad y la fidelidad en perro.

2 comentarios:

Girasol dijo...

Pobre Chiqui que tuvo que pasar por eso...pero a las finales alguien la adoptaron.

Nano Frontera. dijo...

Qué gente amorosa tus bipes mi amigo!! y qué suerte que la pudieron ubicar después de haberla cuidado tan bien. No te preocupues que si hubiera pasado algo malo enseguida te enterás. Debe estar disfrutando con sus nuevos familiares. Eso espero por lo menos. patitaaaa